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Historia de la ECB

Historia de la Escuela de Ciencias Biológicas

REMEMBRANZAS DE LOS INICIOS DE LA ESCUELA DE CIENCIAS BIOLÓGICAS

En el año 1973, quienes idearon y dieron los primeros pasos en la creación de la Universidad Nacional, tuvieron mucha claridad respecto al papel de las ciencias naturales y su presencia en los planes académicos de una casa de estudios en gestación. Las ciencias biológicas fueron materia importante en la forja de lo que se calificó como Universidad Necesaria.

La Universidad Nacional nace a partir de la ESCUELA NORMAL SUPERIOR, aporto lo mejor de sus recursos humanos y una modesta planta física de la cual no quedan vestigios aunque si, muchos recuerdos.

El aula de “ciencias”, espaciosa y dotada de algún  equipo básico de laboratorio y materiales didácticos fue un recurso oportuno mientras se hacían las primeras adquisiciones para iniciar, en 1974 lo que denominó “Departamento de Biología” adscrito a la FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES cuyo Decano fue el matemático profesor Enrique Góngora.

Como primer Director de la nueva Unidad Académica de la naciente Universidad, recuerdo los nombres de Ezequiel Álvarez Patiño, profesor de ciencias, quien fungía como director  del Departamento de Ciencias de la Escuela Normal Superior. También de los profesores Amparo Zamora, Ángela Sáenz y el de Mariana Campos. También debemos recordar los nombres de algunos alumnos destacados de la Normal Superior que prosiguieron en la UNA, Marielos  Murillo, Jorge Arturo Rodríguez, María de Rosario Alfaro, Renán Calvo.

Al crearse la Unidad Académica de Biología, se abre un nicho académico a la joven generación  de biólogos formados de la Universidad de Costa Rica. Estos forjadores de nuestra Unidad Académica desafiaron las dificultades de los orígenes de una institución que nació con gran entusiasmo y significado pero con recursos financieros muy limitados.

Ante esas precarias circunstancias, aquel joven y pujante equipo humano supo sobreponerse y fue así como con diligencia y mística, como lo expresaba el padre Benjamín Núñez, primer Rector de la UNA, se dan las bases para el desarrollo de la Escuela que hoy tenemos. Al mirar hacia el pasado, debemos recordar que entonces como ahora, el compromiso personal con la Institución es un valor sobre el cual se sostiene el éxito de todo proyecto humano. En aquellas condiciones la creatividad personal y colectiva hizo gala construyendo equipos de laboratorio y buscando soluciones oportunas para suplir las necesidades de instrumentos y reactivos para realizar las tareas docentes. Recordamos que, el equipo heredado de la Escuela Normal Superior tan solo constaba de unos viejos microscopios, y sus portaobjetos y algunos otros instrumentos que fueron aprovechados de la mejor manera.

En esta etapa de gestación muchos de los pioneros aportaron enseres personales, equipo de oficina portátil y tuvieron la mejor disposición para cumplir diferentes tareas que las circunstancias exigían, aparte de las responsabilidades docentes, nadie se sentía demasiado importante para realizar los trabajos más insignificantes.

Esta entrega a la institución se manifiesta en gestos como el de la profesora Mariana Campos quien por razones de salud se vio obligada a retirarse de la academia y en un acto noble de desprendimiento selló su presencia donando sus libros a la Escuela y de tal manera, constituir el germen de la actual biblioteca de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, que se honra con llevar su nombre: Mariana Campos.

En suma, los inicios de la Escuela de Ciencias Biológicas se caracterizaron por la juventud y mística de sus forjadores y su desarrollo y éxito actual es el resultado de los esfuerzos de quienes hoy prosiguen con este proyecto universitario.

 

Octubre 2011, Rolando Mendoza Hernández.